Nuestra motivación para servir puede estar basada tanto en el amor como en el temor. Cuando lo que nos moviliza a servir es el temor buscaremos recompensas y reconocimiento de otros para llenar nuestra inseguridad. Es fácil disfrazar nuestra necesidad de aprobación con nuestro deseo de servir. Me he descubierto a mi mismo tantas veces buscando ser visto, ser reconocido, ser admirado, ser “ejemplo” y buscando llenar mi propia inseguridad con la aprobación de los demás.
Cuando es nuestra inseguridad lo que nos moviliza a servir estamos mucho más enfocados en nuestras propias necesidades que en los demás. Aunque son procesos bastante inconscientes, el temor nos lleva a servir a otros para sentirnos bien nosotros mismos. A fin de cuentas nuestra motivación oculta para servir es bastante egocéntrica y poco solidaria. Aunque es probable que produzca algunos resultados positivos, definitivamente no se compara a lo que puede ocurrir cuando nuestro servicio está basado en el amor.
Cuando es el amor lo que nos moviliza al servicio no nos preocupan tanto los resultados concretos, el reconocimiento de otros ni la admiración de los demás. Al contrario, podemos sentir la libertad de compartirnos libremente con otros, de disfrutar de dar el amor que hemos recibido de manera gratuita y generosa. Servir amorosamente es posible cuando nuestra seguridad se encuentra basada en el amor y la aceptación de Dios y no en la aprobación que logremos obtener a cambio de nuestro servicio.
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