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Saludos,
Esta semana tuve que luchar con un par de preguntas que se dispararon al leer uno de los artículos de Miroslav Volf compilados en Against the Tide (Contra la Corriente). El título del artículo es Más Bendición en Dar. Como lo comenté anteriormente, estos son artículos que Volf publicó en The Christian Century (El Siglo Cristiano) de 1996 a 2008. Es, una compilación muy buena y creo que sería extraordinario si pudiéramos encontrar este libro traducido al español/castellano.
Volf es croata y fue hijo de un pastor pentecostal durante el régimen comunista de la entonces Yugoslavia. Después experimentó el dolor de ver a su país y a su gente envueltas en una guerra civil y de "limpieza étnica". Ahora es profesor de teología en Yale. Toda esta gama de vivencias lo han enriquecido y lo han hecho, desde mi punto de vista, un teólogo profundo y sumamente desafiante en lo que respecta llevar las convicciones del cristianismo a la práctica, sin que ésta se vuelva moralista ni farisea. Espero que lo disfruten:
"Hace algún tiempo, una familia vino a visitarnos. Robert, como llamaré al pequeño niño que vino con ellos, era casi de la misma edad que nuestro hijo, y ninguno de los dos había desarrollado el arte de compartir. Pero Robert se encontraba ahora en el territorio de Nathanael. Los juguetes de Nathanael estaban regados por todos lados, y su responsabilidad era compartirlos. Lo hizo bien por un tiempo, pero cuando vio que Robert tomó su podadora de césped, su virtud llegó a un final abrupto. Él gritó y se abalanzo sobre Robert para recuperar el precioso juguete de las manos de Robert. Después de intervenir para poner fin a la disputa, yo estaba listo para dar un mini-sermón acerca de compartir, per la mamá de Robert habló antes que yo. Ella dijo, 'Nathanael, Robert solo está tratando de cortar tu pasto, ¡así tú no tendrás que podarlo tú mismo!'
Un comentario ingenioso y aparentemente inocente - pero no me gustó del todo. Generalmente, no me molesta que otras personas me ayuden a criar a mi hijo. Así que no me molestó el hecho de que ella dijera algo. Mi objeción era a lo que ella había dicho. Yo quería gritar, 'No la escuches hijo mío. Dile que no te manipule. Dile, '¡No disfraces el bien de tu hijo como algo bueno para mí! ¡No trates de cambiar mi generosidad en egoísmo!' Claro que no dije nada.
Ya tiene tiempo que me ha perturbado la forma en que nosotros en las sociedades contemporáneas - ... - nos motivamos mutuamente para actuar virtuosamente. Permitimos que el mercado moldee muchos de nuestros encuentros diarios. El mercado opera sobre el principio del interés propio de las partes en un intercambio. Una compañía quiere vendernos su producto. Para hacerlo, no nos dice, 'Si tu compras este teléfono celular, nos haces un favor - no tendremos que retirarnos del mercado, muchas personas comerán, muchos préstamos hipotecarios serán pagados a tiempo y nuestras ganancias se incrementarán.' En lugar de eso, una compañía nos dirá algo como esto (aunque con diferentes palabras): 'Este atractivo celular es exactamente lo que necesitas. Es compacto, fácil de usar, y tiene todas las características que tú quieres. Te conviene tenerlo.' ... En general, creemos que está bien que las compañías apelen a nuestro interés propio al tiempo que ellos buscan sus propios intereses. Después de todo, cuando pago por algo, espero obtener algo que me interese. De la misma manera, si yo estoy ofreciendo algo que produzco, debo obtener algo a cambio.
Así son las transacciones comerciales, que operan sobre el principio de intercambio. Claro que yo puedo, decidir donar mi dinero. O una compañía puede decidir donar sus productos. Pero cuando esto sucede, hemos abandonado el campo de lo económico y hemos entrado en el campo de la dádiva. Si veo las cosas correctamente, en las sociedades contemporáneas el campo de lo económico está invadiendo el campo de la dádiva cada vez más. Esto no quiere decir que la dádiva fuese alguna vez fácil, y algunos hasta argumentarán - aunque no creo que de forma muy persuasiva - que es imposible. Es por eso que Jesús tuvo que instruir a sus discípulos para que no cambiaran lo que debe ser dado en un intercambio de bienes. En cuanto a la hospitalidad dijo:
También dijo Jesús al que lo había invitado: —Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos, a su vez, te inviten y así seas recompensado. Más bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. Entonces serás dichoso, pues aunque ellos no tienen con qué recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos.
(Lc 14:12-14)
(Lc 14:12-14)
En el mejor de los casos, la hospitalidad no pertenece al campo del intercambio, sino al campo de la dádiva. No debemos esperar recibir tanto (o más) de la hospitalidad que ofrecemos. Cada vez que un intercambio amenace con trastornar lo que debe ser una dádiva, debemos resistirlo. Ahí es donde aprender a compartir un juguete entra en la escena.
Note que tan profundamente erradas estaban las, bien intencionadas pero equivocadas palabras de la mamá de Robert y lo que ella intentaba hacer - ayudar a Nathanael a compartir. Primero, ella interpretó que lo que exclusivamente beneficiaba a Robert como algo que Robert estaba haciendo para el bien de Nathanael. Esto es claramente una malinterpretación manifiesta. Un modelo de esta malinterpretación habría hecho que Nathanael se preguntara si la gente puede hacer el bien a una persona en lugar de buscar sus propios intereses con el disfraz de una dádiva.
En segundo lugar, ella interpretó el bien que ella quería que Nathanael hiciera por Robert, como un bien que Nathanael estaba haciéndose a sí mismo. De hecho, ella estaba robándole a Nathanael la oportunidad de dar a Robert una dádiva y de esta forma compartir verdaderamente. Mañana él podrá pensar, '¿Por qué debería hacer algo para los demás cuando es evidente que no me beneficia si mi magnanimidad será interpretada como egoísmo?'
Es posible que sea difícil enseñar a nuestros hijos y motivarnos a nosotros mismos a dar a otros sin apelar a nuestro propio beneficio. Pero algo de nuestra excelencia humana y cristiana depende de si logramos hacerlo o no. De todas formas, todavía sigue siendo mejor dar que recibir."
(176-178)
Este artículo me hizo cuestionar mis acciones en dos ámbitos diferentes. En primer lugar, como padre de una hija y un hijo, tuve que analizar si los mensajes que doy a mis hijos - bien intencionados, como los de todo padre, podrían estar equivocadas. Y muchas otras, simplemente podrían ser malos mensajes porque son prácticos y me evitan largas explicaciones, cuando el tiempo es lo que me falta.
El segundo nivel, fue analizar mis propias motivaciones para dar - y para hacer las cosas en general. Tuve qie preguntarme cuántas veces lo he visto como un intercambio comercial, más que como una forma de extender la gracia que me ha sido dada. Recordé varios sermones en los que la dádiva se interpretaba como una buena inversión. De hecho, el tiempo que hemos estado en el seminario, hemos recibido algunas dádivas y, de pronto en la charla con las personas que nos han dado, salta algún comentario indiscreto en el que sabemos que nos dan, pensando que ellos van a recibir más de lo que nos están dando.
Y tú, ¿cuál es tu motivo para dar a otros? ¿Cómo motivas a tus hijos para que compartan?
Guillermo Bernáldez
Nota: El enfoque de este pensamiento no es la manera en la que se desarrolla el mercado actualmente, sino cómo afecta nuestras motivaciones.
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Publicado con autorización de Guillermo Bernaldez, visita su blog.
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