1 Tiempo después, Jesús recorrió la región de Galilea. No quería ir a Judea porque los jefes judíos lo buscaban para matarlo.2 Como se acercaban los días de la fiesta judía de las Enramadas,3 sus hermanos le dijeron:
--Debes ir a Judea, para que tus seguidores puedan ver las grandes obras que haces.4 Cuando uno quiere que todos lo conozcan, no hace nada en secreto. ¡Deja que todo el mundo sepa lo que haces!
5 Dijeron eso porque ni siquiera ellos le creían.6 Pero Jesús les respondió:
--Aún no ha llegado el momento para que todos sepan que soy el Hijo de Dios. Para ustedes, cualquier hora es buena.7 La gente de este mundo no los odia a ustedes. Pero a mí me odia porque les digo que su conducta es mala.8 Vayan ustedes a la fiesta; yo no iré, porque todavía no ha llegado el momento de que todos sepan quién soy yo.
9 Después de decir esto, Jesús se quedó en Galilea.
La reflexión que ha venido a mi mente es que la familiaridad con Jesús, el conocerlo, el estar acostumbrado a Él, el tener información acerca de Él, el tener cariño y afecto no es lo mismo que creer en Él y mucho menos que seguirlo.
Entre las personas que nos denominamos cristianos sería difícil encontrar alguna que tuviera sentimientos o actitudes negativas hacia el fundador de su religión, ahora bien, eso no implica que sean seguidores suyos, que estén dispuestos a articular su proyecto vital alrededor de la construcción del Reino que estén, en definitiva, dispuestos a ser agentes de restauración. Nada más lejos de la realidad. Afecto y seguimiento son dos cosas diferentes que no debemos confundir ni engañarnos al respecto.
Jesús no espera nuestro afecto y simpatía sino nuestra obediencia y seguimiento.
Un principio
Sigue a Jesús, no sólo le tengas afecto.
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Tomado del Blog de Felix Ortíz con Autorización.
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