La soltería es la forma en que muchas personas manifiestan su temor a la vulnerabilidad. De
igual forma, es la manera más clara de decir: “no es el tiempo”. Según la historia de nuestra
cultura, a base de las historias de nuestros abuelos, el matrimonio era casi obligatorio aun para
los adolescentes. Constantemente se les obligaba a las jóvenes a casarse con hombres mayores
que ellas. Pero, ese es otro tema.
A través del tiempo, la idea del matrimonio ha dejado de tener tanta importancia para la
sociedad, viendo a la convivencia como una solución viable para aquellos que se aman pero no
desean comprometerse legalmente. Las relaciones esporádicas y sin compromiso han ocupado el
principal lugar en la lista de lo más común en los jóvenes y adultos.
Ahora bien, ¿qué hay de aquellos que practican la abstinencia y desean una relación
comprometida, real y productiva? ¿Qué queda para aquellos que creemos en el matrimonio?
Hasta hace algún tiempo atrás yo también fui una de esas mujeres que pensó que la soltería era la
evidencia de mi fracaso como mujer.
Nunca ha sido fácil ser una mujer de valores firmes, que cree en la abstinencia sexual, y la espera
al matrimonio, en un mundo lleno de citas, exploración sexual, parejas múltiples, embarazos a
destiempo. La presión social ya estaba formando un agujero en mi perfecta capa de valor.
Fueron muchas las personas que tuvieron como meta convencerme de mi “error” al desear
esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales. Afirmaban que era absurdo esperar a
casarme para poder experimentar las maravillas del sexo.
Me cuestione el por qué su empeño de cambiar mi manera de pensar. Quizás ellos mismos
deseaban tener la oportunidad de poder volver atrás y hacerse conscientes de la verdad.
Aquí estoy, sobreviviendo a la presión. Me siento bien, satisfecha y feliz; pura (aunque
algunos piensen que esta palabra no existe). Pero, comienzan entonces las voces nuevamente a
cuestionarme, esta vez en mi interior, si estaré en lo correcto.
Recordaba todas estas palabras mientras esperaba el tren de camino a casa (y no es una
metáfora). Fue ahí cuando por primera vez le di gracias a Dios por mi soltería. Fue ese momento
mágico en el cual comprendí que mis absurdos esfuerzos por conseguir alguien a quien amar
solo habían provocado mi alejamiento de Aquel que me ama más que nadie. Las voces dejaron
de hablar.
Si hasta el día de hoy no he encontrado el amor que espero, anhelo y merezco, sólo puede
significar una de dos cosas: que el destino que tiene Dios preparado para mi es la soltería, o
bien me está guardando para un Gran Amor (¡Esa idea me gusta! ¡Dios es muy creativo! ) No
obstante, cualquiera sea de estas dos opciones mi corazón está alerta y alegre, porque no hay
nada como hacer la voluntad de mi Padre.
Por lo tanto, la soltería NO es, ni será jamás un fracaso. Es sólo un proceso. Amo mi soltería,
lo cual no implica andar picando flores mientras tanto. Amo este tiempo con Dios. Amo poder
lograr conocer quién soy yo. Amo saber que en algún lugar de este mundo está el hombre que me
demostrará que valió la pena esperar. Y aun cuando no fuere así, prefiero guardar mi corazón y
mi cuerpo antes que probar quién es el mejor partido.
Piensa en esto, no hay nada como estar con alguien que sabe lo que quiere, hacia donde va, quién
es. Eres tú. Y así como anhelas algún día tener a alguien así en tu vida, procura convertirte en esa
persona deseada. En vez de quejarte diariamente por tu soledad, toma tiempo para conocerte y
disfrutarte. Verás que prontamente te describirás siento totalmente CAUTIVANTE
Lee este y otros articulos para solteros de Erika Guzmán
22 de diciembre de 2011
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