Vale más llorar que reír, pues podrá hacerle mal al semblante pero le hace bien al corazón. (Proverbios 7:4)
El dolor le hace bien al corazón. Es una afirmación osada. El dolor –una dimensión física- y el sufrimiento –una dimensión emocional- son una realidad y una constante en la experiencia humana.
A pesar de ello, o precisamente por ello, el hombre postmoderno trata de huir de todo tipo de dolor y sufrimiento, trata de escapar y lo intenta a cualquier precio, a toda costa.
En esta huída podemos tener un cierto grado de éxito, podemos eludir el dolor y el sufrimiento durante más o menos tiempo pero lo cierto es que más tarde o más temprano nos alcanza de pleno porque ambos son ineludibles. Lo son porque forman parte de nuestra realidad humana.
Hay ocasiones que el dolor y el sufrimiento vienen como consecuencia de nuestras decisiones u omisiones. Lo que hemos hecho o dejado de hacer nos lleva a experimentar lo que estamos experimentando.
En otras ocasiones, dolor y sufrimiento son el resultado del entorno en que vivimos. Situaciones económicas, políticas, culturales, sociales, religiosas o de cualquier otro tipo nos inflingen dolor y sufrimiento sin que podamos evitarlo.
Es triste pero hay momentos en que experimentamos un dolor y un sufrimiento que nos viene inflingido por terceras personas y, lo que es todavía peor, de una manera inmerecida, injusta, no esperada y esto, acentúa todavía más, si cabe, nuestra situación.
Dolor y sufrimiento son inevitables, sin embargo, como dice la Biblia, pueden hacerle bien al corazón. Ambos pueden representar una increíble oportunidad para pensar y reflexionar acerca de nuestra vida, nuestras acciones, nuestras prioridades, nuestros valores, lo que nos ha llevado hasta la situación actual y qué podríamos hacer o ser diferentes.
¿Qué me enseña esta situación que vivo? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué puedo aprender acerca de mí mismo y de la vida? ¿Qué cambios debería aplicar en la forma que soy y vivo? ¿Qué quiere decirme Dios por medio de esta situación?
Es triste sufrir, sin embargo aún es más triste sufrir en vano. Todavía es más penoso que el dolor y el sufrimiento no nos ayuden en ningún sentido, no podamos sacarle ningún provecho porque nos negamos a pensar y reflexionar sobre el mensaje que nos quiere transmitir.
Decía un gran pensador cristiano que Dios susurra en los placeres y nos grita en los dolores. Yo no creo que el Señor provoque el sufrimiento o el dolor de ningún ser humano, ya he tratado de explicar el origen de todo esto. Ahora bien, si creo que puede usarlo para bien en nuestras vidas, para llamar la atención sobre nuestra necesidad de cambio y, en definitiva, sobre nuestra necesidad de Él.
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