
"Un día invité a un amigo a un estudio bíblico. Cuando salimos me dijo, casi nadie había hablado con José, y me preguntó el por qué. La pregunta era incómoda porque la respuesta era difícil: José no era popular en el grupo. Le costaba hablar y cuando lo hacía tendía a interrumpir las conversaciones con comentarios que hubieran sido apropiados 10 minutos antes, no en ese momento. Lo peor, era que entre más trataba, la gente lo aislaba más. Sin esperar mi respuesta me dijo: "¿No se supone que ustedes aceptan a todos?" Tenía razón."
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