22 de marzo de 2011

Metáfora 2 - Discipulado: De profesor a facilitador.


No es una sorpresa para nadie decir que el actual modelo educativo se encuentra en crisis, de hecho, nace como una respuesta educativa a la revolución industrial y no necesariamente como un desarrollo de los paradigmas educativos de la época. El modelo de educación reinante en occidente, está basado en la transmisión de conocimiento y conceptos, aún cuando los cuales no necesariamente sean imprescindibles para la vida diaria o adulta. Podríamos filosofar y extender este debate, pero sólo quiero resaltar que es un modelo uni-direccional donde “el experto” (el profesor), vacía todo su “conocimiento” de la materia y unos “neófitos” (alumnos) quienes reciben todo este contenido, para que luego sean “examinados” mediante herramientas que miden el nivel de absorción de la materia impartida. Este proceso es repetido durante toda la vida escolar del alumno.

Si tan sólo viésemos este modelo en la escuela actualmente, no tendríamos que alarmarnos tanto, pero el problema radica en que, por lo general es este mismo modelo el que siguen muchos de nuestros ministerios juveniles; enfocados en la transmisión de conocimiento a nivel intelectual, dejando a un lado lo experiencial/experimental. Por utilizar conceptos del curso de formación de líderes de jóvenes Raíces, estos son conocimientos que no se transforman en convicciones y por ende tampoco en conductas.

Es por ello que necesitamos reflexionar acerca de cómo estamos educando a nuestros jóvenes y adolescentes, y aquí la metáfora que nos ayuda es la de pasar de ser un profesor para convertirnos en facilitadores del conocimiento. Es clara, la diferencia entro uno y otro. El profesor, como hemos dicho antes, da, imparte, la materia que él se ha preparado, sin embargo el facilitador, como su nombre lo indica, facilita, ayuda a que el aprendiz adquiera ese conocimiento. En cierto modo, el profesor es como un experto en arte, que imparte su conocimiento, mientras que el facilitador es más como un guía de museo, que muestra las obras y deja que el aprendiz descubra la belleza del arte por sí mismo.

Este debe ser, en mi humilde opinión, la lógica reinante detrás de nuestros acercamientos educativos. Dejar que el joven y el adolescente sean capaces de descubrir los rudimentos de la fe, bajo el acompañamiento de un facilitador o guía. Porque al final, como líderes de jóvenes, sólo somos colaboradores, y quien de verdad enseña, educa y da el crecimiento, es Dios.

Que nos ayude Dios a vernos y a ser jardineros fieles en su huerto.

Hasta una próxima entrega... (*)

Paz

Yván

(*) ...y espero que no pase tanto tiempo entre una y otra.

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