3 de abril de 2010

Juventud Y Postmodernidad V



EL PLURALISMO


I. UNA SOCIEDAD PLURAL


Los padres de los adolescentes actuales fuimos educados en una sociedad en la que no existía una pluralidad de cosmovisiones o formas de ver la vida. La cultura judeocristiana era el eje alrededor del cual los valores públicos y privados se estructuraban. Bien es cierto que aquella sociedad estaba recibiendo los primeros y potentes embates del secularismo y estaba en camino de perder su monopolio, era no obstante la dominante y en ese contexto fuimos educados y crecimos.


Raramente entrábamos en contacto con personas que tuvieran una forma de vida o de entender ésta que fuera radicalmente diferente de la nuestra. Cierto que los católicos diferían de la manera evangélica de ver la fe, sin embargo, eran variaciones sobre una misma cosmovisión. Hoy en día, es mucho más evidente, que hay más similitudes en la forma de entender la vida de un católico que las que hay con una persona que no participa de los valores culturales del cristianismo.


Todo esto ha cambiado drásticamente con la llegada de la postmodernidad. El pluralismo, la variedad, la heterogeneidad, la distinción, la diferencia, son algunas de las divisas de los tiempos en que vivimos. Al contrario del tiempo que hemos descrito anteriormente, hoy en día, carecemos de un centro unificador y estructurador que de coherencia y sentido a la totalidad de la vida. A este respecto, Antonio Jimenez Ortiz en un artículo titulado Cómo comunicar la fe a la juventud actual escribía:


Los jóvenes padecen una aguda fragmentación interna, sin una columna vertebral que sostenga a la persona. La desestructuración interna genera inseguridad personal, y con frecuencia, una baja autoestima.”


La pluralidad nos deja a merced de la elección, de la necesidad de escoger los valores que creamos más adecuados y correctos para estructurar alrededor de ellos nuestra cosmovisión. Pero al encontrarnos en un contexto de pluralismo sociocultural, vemos que se presentan ante nosotros, múltiples sistemas de valores en abierta competencia por conseguir nuestra lealtad y compromiso.


El pensador cristiano Os Guiness afirma que el pluralismo lleva a una relativización de todas las opciones. Todo, afirma este escritor, acaba convirtiéndose en una cuestión de opciones o elecciones personales. Efectivamente, cuando múltiples visiones del mundo se enfrentan y reclaman nuestro afecto y atención, todas quedan relativizadas, y las personas ante tal avalancha de opciones empiezan a dudar y cuestionar el propio marco de referencia, su propia cosmovisión personal.


En este contexto de variedad y pluralismo la postmodernidad encuentra el terreno ideal para llevar a cabo su proceso de deconstrucción. La deconstrucción es la negación de la capacidad del ser humano para interpretar la realidad o hacer declaraciones de verdad desde un punto de vista objetivo. Si la realidad objetiva no existe, entonces todo queda relativizado, cualquier opción o cosmovisión es tan válida como cualquier otra, cualquier religión es válida como cualquier otra.


Estos conceptos de pensamiento pueden parecernos demasiado abstractos o simples divertimentos intelectuales, sin embargo, han llegado al hombre de la calle y forman parte de nuestra vida cotidiana y nuestra forma de pensar y afrontar la realidad. Hoy en día no hay nada incorrecto con ser cristiano, homosexual, budista, musulmán o practicar la quiromancia. Nada está bien o está mal, todo es cuestión de elecciones personales. La tolerancia nos lleva a afirmar que aunque nosotros nunca vayamos a practicar una determinada opción no vamos a negar que puede ser buena y válida para otras personas.


II. JÓVENES Y PLURALISMO


Este es el contexto, el caldo de cultivo cultural y social en el que los adolescentes del 2000 están creciendo, y nos guste o no, es el mismo en el que nuestros hijos se están formando. Por tanto, no debemos engañarnos, todo lo que aplica a los adolescentes de esta generación aplica a nuestros hijos, ellos no son diferentes, son hijos de su cultura y su tiempo.


Los jóvenes de nuestros días están acostumbrados y han mamado el pluralismo y la diversidad desde siempre. En sus escuelas cada vez es más normal la presencia de chicos y chicas de otras razas, culturas y religiones. Cuando llegan a la secundaria y aún más en la universidad, no es nada raro para ellos encontrarse con compañeros y compañeras que tiene valores y cosmovisiones de lo más variado y variopinto. Tener amigos homosexuales, budistas, que creen en las abducciones, que son ateos o que practican activamente la nueva era es algo asumido por nuestros hijos. Es cierto que muchos de ellos no practicarán el estilo de vida de sus amigos y compañeros, pero lo encuentran aceptable y válido para ellos y, por tanto, lo toleran y respetan.


Los medios de comunicación y la creciente importancia e influencia de Internet hace que nuestros hijos tengan una visión global, y decir global, significa decir plural, como nunca antes ninguna generación la tuvo. Los medios masivos de comunicación, de los que son ávidos consumidores, ponen a su disposición una multiplicidad de formas y maneras diferentes de vivir la vida. Las producciones que consumen no son mero entretenimiento, son transmisores de la amplia variedad de opciones vitales que nuestra sociedad brinda a sus miembros.


Desde pequeños están acostumbrados a ver con naturalidad parejas de hecho, monogamias sucesivas, parejas homosexuales, parejas monoparentales, madres que acuden a bancos de semen para poder tener hijos sin necesidad de tener que casarse o convivir en pareja, familias mezcladas –aquellas que se forman con hijos procedentes de matrimonios anteriores de los cónyuges, además de los propios-


Internet les permite acceso directo e inmediato a fuentes de información y a posibilidades de conocimiento que hace simplemente cinco o seis años eran un sueño para la mayoría de nosotros. Todo esto les permite vivir directa o vicariamente experiencias que antes estaban reservadas a los adultos o a los miembros de diferentes culturas o contextos sociales.


Nuestros hijos, crecen pues, en un ambiente en que se ven confrontados con una gran variedad de opciones definidoras de la realidad. Todas estas opciones compiten por su atención y lealtad. Entre todas estas opciones el cristianismo, nuestra fe, la fe de sus padres es simplemente para ellos una opción más en competencia con muchas otras opciones. Además, en este supermercado de cosmovisiones tan propio de la postmodernidad, el cristianismo no necesariamente es a sus ojos ni la mejor, ni la más novedosa, gratificante o atractiva de las opciones a las que dar su lealtad.


Creo que nuestra generación creció alrededor de una verdad única. Una verdad que podías aceptar o rechazar. A la que podías dar tu lealtad o negársela, pero al fin y al cabo era la VERDAD y como tal la reconocíamos. Contrariamente, nuestros hijos crecen alrededor de muchas verdades, todas con minúsculas, todas reclamando su atención y lealtad y compitiendo por ser las mejores, las más gratificantes y atractivas.


III. EL DESAFÍO DE LLEVAR LA FE A LOS JÓVENES


Todo lo anteriormente expuesto plantea un gran reto a los padres y educadores ¿Cómo podemos ayudar a nuestros adolescentes a entender y aceptar el cristianismo como la VERDAD única y definitiva? ¿Cómo podemos hacer creíble el evangelio entre tantas opciones que compiten por convertirse en la cosmovisión que domine sus vidas?


Hemos de notar que no estamos hablando de hacer el evangelio atractivo en el sentido estético, lúdico o políticamente correcto del término. Estamos planteando hacer el evangelio creíble y digno de convertirse en la estructura alrededor de la cual los chicos y las chicas pueden organizar su vida. Se trata, dicho en otras palabras, de ayudarles a ver y experimentar que entre todas las opciones sólo una relación personal con el Señor satisfacerá su necesidad de sentido, propósito y realización.


En el anterior párrafo hay dos palabras que han sido resaltadas: ver y experimentar. Nuestra generación es una generación predominantemente intelectual y racional. No debemos olvidar que hemos sido educados en la modernidad, bajo el imperio del intelecto y la razón. Nuestros hijos son fruto de la postmodernidad, y para ellos el sentimiento y la experiencia son los elementos dominantes. Para nosotros, la argumentación y el razonamiento son importantes a la hora de tomar compromisos. Para ellos, la experiencia y la evidencia son determinantes.


El autor Peter Berger, al hablar de la pluralidad que la sociedad postmoderna impone, indica que cada cosmovisión, es decir, cada forma de entender y explicar la vida, necesita y requiere de una base social para justificar su existencia continuada y real como cosmovisión. A esta base social, este autor la denomina, estructura de plausibilidad.


Vamos a tratar de explicar el párrafo anterior en términos más coloquiales y llanos. Hay muchas formas de ver la vida en competencia, todas clamando ser la verdad y pidiendo la fidelidad de la gente. Para que las personas puedan confiar en una de esas formas de ver la vida necesitan verla puesta en práctica y funcionando en un grupo humano. Cuando existe un grupo de gente que practica los valores de esa cosmovisión, los observadores ajenos a la misma pueden observar la coherencia o no de dicha forma de vida y pueden valorar la credibilidad o no de la misma. Eso es una estructura de plausibilidad, un grupo de gente que vive lo que predica.


Dennis Hollinger, un estudioso cristiano del tema, afirma que cuanto más coherente sea una estructura de plausibilidad más credibilidad tendrá la cosmovisión que este grupo represente. Dicho de nuevo en lenguaje coloquial, cuanto más coherente es la vivencia de un grupo más credibilidad tiene su forma de ver la vida. Cuando la cultura judeocristiana era la estructura básica que proporcionaba la cosmovisión de la mayoría de las personas en la sociedad, todo era más fácil. En estos momentos, al ser minoritaria y tener que vivir en abierta y despiadada competencia con otras cosmovisiones, la estructura de plausibilidad se hace más necesaria y su papel más vital.


Las implicaciones son claras de cara a un ministerio con jóvenes y adolescentes. Nuestros hijos necesitan no únicamente que les transmitamos la verdad, necesitan ver y experimentar esa verdad funcionando en una estructura de plausibilidad coherente y creíble. Hemos de asumir la realidad que para nuestros hijos el cristianismo ya no es la VERDAD, es una verdad más en competencia, y, por tanto, hemos de luchar por mostrarles que es la mejor opción alrededor de la cual pueden estructurar toda su vida, su presente y su futuro eterno.


Pero no olvidemos que esta generación no se mueve por razonamientos sino por experiencias. No basta explicarles la verdad, compartirla, trasmitirla, ellos deben ver la verdad actuando, encarnada y viviendo en un grupo humano. Sólo entonces esa verdad tendrá credibilidad para ellos.


PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:

1. ¿Cómo definirías con tus propias palabras el pluralismo?

2. ¿Por qué el pluralismo es un reto para la pastoral juvenil?

3. ¿De qué modo ha de condicionar el trabajo con los adolescentes?

4. ¿Por qué es tan importante que los adolescentes puedan tener estructuras de plausibilidad?

5. ¿Qué puedes hacer en tu situación de ministerio para desarrollar una buena estructura de plausibilidad para los adolescentes?

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