5 de abril de 2010

Juventud Y Postmodernidad VIII


EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

UNA NECESIDAD EN UN CONTEXTO POSTMODERNO


Queremos abordar en estas páginas la aplicación práctica que se ha de derivar de la revisión de nuestras premisas educativas. El acompañamiento espiritual se presenta como el mejor medio para poder encarnar la verdad y darle credibilidad para nuestros adolescentes.


I. JUSTIFICACIÓN


El Señor Jesús en Marcos 2:22 nos narra la parábola de los odres nuevos y viejos. Según la misma, el vino nuevo no puede colocarse en odres viejos. De hacerlo, se corre el peligro de perder ambos, el vino y el odre. El nuevo vino requiere un nuevo odre.


Todos los comentaristas están de acuerdo en afirmar que la parábola hace referencia al evangelio y al judaísmo. El viejo recipiente, el judaísmo, no era válido para el nuevo tipo de relación con Dios que Jesús estaba instaurando. Ambos no casaban y había el serio peligro que el viejo odre, el judaísmo, acabara echando a perder el nuevo vino, una relación personal con Dios basada en la gracia y la fe.


En Hechos 15 se nos narra la celebración del primer concilio de la iglesia cristiana, el Concilio de Jerusalén. Este cónclave fue decisivo para la historia del cristianismo. En el fondo, el problema a debatir era el de los odres nuevos y los viejos. Un sector de la naciente iglesia quería que los gentiles se convirtieran prácticamente en judíos, observando la Ley e incluso practicando la circuncisión. Otro sector, encabezado por Pablo y Bernabé consideraba que el nuevo vino, los gentiles, debían tener un nuevo odre, una iglesia cristiana libre de las cargas judaizantes.


Gracias sin duda a la intervención de Dios, los asistentes al concilio tomaron la decisión de permitir que los gentiles construyeran odres nuevos para la nueva cosecha espiritual que se estaba recogiendo entre ellos. La iglesia cristiana en Palestina continuó con el odre viejo, observando la Ley y viviendo en el judaísmo. Hacia finales del siglo I, este tipo de cristianismo había prácticamente desaparecido y la iglesia cristiana era una iglesia de odres nuevos, eminentemente gentil.


Los desafíos que la postmodernidad nos presenta, de los cuales ya hemos hablado, nos llevan a ser serios a la hora de plantearnos cuáles han de ser los nuevos odres que hemos de utilizar para la transmisión y el cultivo de la fe entre nuestros adolescentes. La iglesia, como institución cultural, so pena de quedar obsoleta, no puede permitirse el lujo de continuar acercándose al problema del vino nuevo con su bien elaborada estrategia de odres viejos.


No olvidemos la forma en que las nuevas generaciones se acercan y procesan la verdad, la necesidad de que ésta esté encarnada y que la iglesia actúe como una auténtica estructura de credibilidad. No olvidemos el ejemplo de Jesús, la verdad encarnada, y la práctica durante muchos siglos por parte de la iglesia del acompañamiento espiritual.


II. AYUDAR A LOS JÓVENES A EXPERIMENTAR A DIOS


Cuando los jóvenes asisten a nuestras iglesias buscan y, además, tienen el derecho a encontrar un Dios real al cual puedan experimentar y el cual pueda manifestárseles. Los adolescentes ni quieren, ni desean, ni necesitan cultos fríos, muertos y carentes de total significado espiritual para ellos.


Los adolescentes en particular, y los jóvenes en general, desean experimentar de forma real aquello que les estamos predicando y les estamos enseñando. No puede ser que hablemos de un Dios de amor, perdón, gozo, paz, acompañamiento en la vida cotidiana, auxilio en los momentos de angustia, dirección para la toma de decisiones y, después, todo eso no lo experimenten. Si nuestro acercamiento educativo a los adolescentes “habla” de ese tipo de Dios pero no les permite “experimentar” ese tipo de Dios, algo no funciona y, hemos de ser honestos y reconocer que con bastante probabilidad somos nosotros y nuestro sistema el que falla. Es una solución muy socorrida culpar al adolescente por no creer en vez de plantearnos si nosotros le estamos ayudando a vivir y experimentar la verdad. Recordemos nuevamente, sin ver y experimentar esta generación no puede reconocer la verdad.


ESTO NOS PLANTEA A LOS LÍDERES Y EDUCADORES DE JÓVENES UN GRAN DESAFÍO, AYUDARLES A QUE VIVAN Y EXPERIMENTEN UNA AUTÉNTICA AMISTAD CON JESÚS, UNA AUTÉNTICA RELACIÓN DE AMOR CON UN DIOS QUE LES AMA Y ACEPTA DE FORMA INCONDICIONAL


Todos aquellos que tenemos la responsabilidad de trabajar con los jóvenes debemos esforzarnos en ayudarles a reconocer a Dios en la vida cotidiana. Nuestro Dios es un Dios trascendente, es decir, que está más allá y separado de su creación, no constituye una sola cosa con ella. Pero a la vez, es un Dios cercano que está a nuestro lado que se revela en la cotidianeidad, que no es indiferente a nuestras necesidades y que constantemente trabaja en el universo. Nuestro Señor ha hecho que la vida cotidiana se convierta en sagrada al estar Él presente en todos y cada uno de sus aspectos.


Los líderes de jóvenes tenemos el deber y el desafío de ayudar a la generación de adolescentes postmodernos a poder identificar y ver el trabajo cotidiano de Dios, no únicamente en sus vidas personales, sino a su alrededor.


Un contraste entre la antigua forma de hacer ministerio juvenil y la nueva forma pueden sernos de gran ayuda para entender lo que queremos decir. Se trata, como fácilmente se verá, en un contraste entre nuevos y viejos odres

Modelo tradicional de ministerio

Acompañamiento espiritual


En el modelo tradicional de ministerio la palabra clave es conocimiento. Este modelo nacido y pensado para la modernidad está basado en la transmisión de información dirigida fundamentalmente al intelecto. Se considera que la fe, la madurez y el crecimiento se adquieren a través del acceso a la información acerca de Dios y la vida cristiana. El modelo presupone que dado el conocimiento correcto los jóvenes sabrán identificarlo como tal y sabrán cómo aplicarlo en su vida y su realidad cotidiana.


En el modelo nuevo de acompañamiento espiritual la clave es la intimidad y el desarrollo de una relación personal con Jesús. Se busca que el joven pueda conocer y experimentar la realidad de la presencia de Dios, no sólo en su vida, sino en el mundo en general. Este modelo no descarta el conocimiento ni la transmisión de información, sin embargo, va más allá de la misma y provee al joven con oportunidades para la experiencia y lo expone a la verdad encarnada.

Este tipo de modelo de ministerio se centra en entretener y enseñar. Si definimos la enseñanza como la mera transmisión de información veremos que muchos grupos de jóvenes se han especializado precisamente en eso, en transmitir información a los jóvenes que lo componen. El entretenimiento también es una parte central del viejo modelo. Muchas iglesias se esfuerzan en retener a sus jóvenes por medio de experiencias de ocio creativas y constantes. ¡Cuidado! No estamos diciendo que enseñanza y entretenimiento sea malas. Simplemente estamos señalando un modelo de ministerio que gira alrededor de estos ejes y, que de acuerdo a nuestra opinión, no es válido para los nuevos desafíos que plantea una sociedad postmoderna a jóvenes y adolescentes.

El nuevo modelo de ministerio busca y pretende ayudar a los jóvenes y adolescentes a desarrollar un concepto que denominaremos RED.

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Este modelo pretende ayudar a los jóvenes a reconocer el trabajo de Dios a su alrededor. Los líderes de jóvenes, con su mayor madurez y perspicacia ayudan a los adolescentes bajo su responsabilidad a que puedan identificar el trabajo del Señor en sus vidas cotidianas, sus familias, sus amigos, su escuela, su iglesia, el propio grupo de jóvenes, etc.

Los líderes han de ayudar al adolescente a interpretar la vida cotidiana en clave sobrenatural y divina. Cuando, por ejemplo, un joven ha salido ileso de un accidente automovilístico, no se trata de una cuestión de “vaya suerte que ha tenido”, antes bien, el líder les ayuda a ver “el cuidado y la providencia de Dios”.

Este trabajo es tremendamente exigente para el líder ya que implica cercanía e implica al mismo tiempo su propia capacidad de discernir al Dios vivo actuando en su propia vida y su propio ambiente. Lo importante en este caso no es cuánto sabe el líder acerca del Señor, más bien cuánto de lo que sabe está experimentando y viviendo en su vida cotidiana. Sólo si esto sucede podrá ayudar a otros a reconocer y experimentar el trabajo del Señor en sus propias vidas.

Partimos de la base de que los líderes no somos ni los iniciadores, ni los protagonistas de la Pastoral Juvenil. Dios está trabajando en la vida de todos y cada uno de nuestros jóvenes y adolescentes desde mucho antes que nosotros, ni siquiera comenzáramos algún tipo de acción o trabajo con ellos. Somos, no lo olvidemos, colaboradores de Dios, de un Dios que trabaja y toma la iniciativa de buscar al hombre y que nos invita a nosotros a unirnos en ese trabajo.

Es pues nuestro reto ayudar a los adolescentes a que puedan ver ese trabajo ya presente del Señor en sus vidas desde hace tiempo.

E

El segundo paso es expresar el trabajo de Dios. De nuevo, esta es una responsabilidad del líder. Él debe comenzar expresando lo que Dios está haciendo y enseñándole en su vida cotidiana. Al hacerlo, los adolescentes podrán comprobar que Dios es real, que trabaja en la vida de personas como ellos y, por tanto, puede haber esperanza de que trabaje en sus propias vidas de forma real. Al expresar el líder u otros jóvenes cómo Dios está actuando en su experiencia vital, el resto de los jóvenes comprueban que Dios no es algo teórico o doctrinal solamente, sino un ser que se preocupa y se involucra en la vida de los seres humanos.

Veamos una ilustración. Un líder comparte la forma en que durante la semana el Señor le ha ayudado a superar un problema serio de relaciones interpersonales. Mientras el líder lo hace, los adolescentes se dan cuenta que Dios actúa de forma real. Pueden pensar que si Dios ha ayudado a su compañero puede ayudarlos a ellos. Además pueden identificar la posibilidad de ser ayudados por Dios en áreas en las que ni habían pensado ni sabían cómo hacerlo.

Cuando un líder expresa cómo ha visto la presencia de Dios en una situación cotidiana, los adolescentes pueden empezar a pensar que lo que atribuyen al azar o la casualidad tiene una intervención divina detrás y pueden empezar a reconocer el trabajo del Señor en sus propias experiencias cotidianas.

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Finalmente, el líder debe desarrollar el trabajo de Dios. Después de haber reconocido y expresado el trabajo del Señor en la vida de los adolescentes, el líder debe desarrollar este trabajo. ¿Cómo se lleva a cabo? Animando a otros a compartir sus propias experiencias del trabajo de Dios. Desafiándoles a que relacionen sus necesidades con la posibilidad de la intervención de Dios. Dando gracias por el trabajo hecho por el Señor y pidiéndole que se involucre en las vidas de aquellos con problemas, desafíos y necesidades. Animando a los adolescentes a identificar de forma cuidadosa la intervención del Señor durante los siguientes días.

En este modelo no se desprecia en absoluto la información ni el conocimiento, antes bien, se busca que este pueda ser vivo y aplicable en la realidad cotidiana de cada joven.

En el modelo tradicional de ministerio el líder de jóvenes, o el pastor en aquellas comunidades que lo tienen, es el centro de la pastoral juvenil. El líder saber y enseña a los que no saben. Es el responsable de transmisión de la información y, en muchos casos, se siente responsable de que los jóvenes crezcan y maduren espiritualmente. Muchos líderes de jóvenes funcionando con este paradigma se sienten responsables de tener todas las respuestas para todas las preguntas. Consideran, así mismo, que deben ser perfectos y sin fallo, de lo contrario perderían autoridad ante los jóvenes.

En el nuevo modelo de ministerio la pastoral juvenil no es una tarea de un solo hombre o mujer. Se trata eminentemente de un trabajo de equipo. Lo importante no es “el pastor de jóvenes” sino un equipo de mentores, de acompañantes espirituales que trabajan de forma coordinada para asegurarse que todos y cada uno de los jóvenes bajo su responsabilidad pueden experimentar a Dios y son acompañados espiritualmente en su proceso de búsqueda del Señor.

El líder de jóvenes no está llenando de conocimientos una botella vacía. Contrariamente facilita a los jóvenes que descubran al Dios que está trabajando a su alrededor. Todos participan, todos son protagonistas y todos contribuyen a la edificación de los otros.

Un ministerio de este tipo requiere de un equipo de personas en contraste con el modelo tradicional que exige un “hombre orquesta” capaz de hacerlo todo y, además, bien y con resultados exitosos.


III. ACOMPAÑAR ESPIRITUALMENTE A LOS JÓVENES


Como puede deducirse del nombre, el acompañamiento espiritual es un proceso. Es el proceso de guiar y cuidar espiritualmente al adolescente durante toda su travesía espiritual desde la incredulidad al conocimiento y el encuentro personal con Cristo.


El acompañamiento espiritual es un proceso a largo término. No es una actividad. Tampoco es un evento. Es un viaje espiritual de años.


En el acompañamiento espiritual cada persona tiene su propio ritmo. Dios trabaja de forma diferente en la vida de cada persona. El tiene su “kairos” para cada individuo y utiliza en ese viaje espiritual multitud de experiencias, personas y situaciones diferentes para cada adolescente.


Ese viaje espiritual no puede ser acelerado ni retrasado. El acompañante, el mentor, debe de ir al ritmo del pupilo. Animando cuando sea necesario. Exhortando cuando las circunstancias lo requieran. Disminuyendo el paso cuando el joven se estanque.


El acompañamiento espiritual es estar al lado del adolescente durante esos años críticos en que su fe será asaltada por el relativismo, el pluralismo, la nueva tolerancia y el resto de los desafíos que la postmodernidad le irá presentando.


El acompañamiento espiritual de un adolescente puede fácilmente durar cinco o seis años.


Este viaje espiritual parte del principio básico de la oveja perdida. Cada individuo es único, precioso y valioso a los ojos del Señor. Los noventa y nueve que están en el rebaño no nos llevan a un conformismo y auto satisfacción que nos impidan ver la importancia y necesidad de ese único que todavía falta.


A. LA IMPORTANCIA DEL MENTOR


El mentor es el acompañante espiritual del adolescente durante su viaje hacia el conocimiento de Cristo.


La palabra mentor tiene su origen en la mitología de la Grecia clásica. Ulises, el héroe de la Iliada, encomendó a su hijo Telémaco bajo la tutela y cuidado de un sabio llamado Mentor. Como Ulises estaba batallando en la famosa guerra de Troya, Mentor tenía la responsabilidad no únicamente de enseñarle por medio de los libros, sino también todos los ardides, tretas y peligros que había de encontrar y enfrentar en la vida. De tal modo que la tarea de Mentor fue educar su mente, pero también su espíritu. No sólo proporcionar información sino sabiduría para vivir.


El diccionario castellano define como mentor la persona que aconseja, guía y orienta. Las dos últimas acepciones del término indican claramente el papel activo y vital del mentor. Para guiar y orientar es preciso conocer el camino o estar en un proceso activo de averiguarlo.


En jardinería se acostumbra colocar un palo al lado de un árbol joven que está en proceso de crecimiento. Este palo o vara sirve para que el crecimiento del nuevo árbol se produzca de manera recta y erguida, sin doblarse u orientarse de forma incorrecta. La vara ayuda a garantizar el desarrollo en la dirección adecuada y sirve para suplir la debilidad y fragilidad del nuevo árbol.


La tarea del mentor es acompañar espiritualmente al adolescente en su viaje único, personal y vital hacia el conocimiento de Cristo como Señor y Salvador personal.


B. COMO SE LLEVA A CABO EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL


El acompañamiento espiritual como proceso espiritual vital se lleva a cabo por medio de cuatro grandes influencias.


1. Encarnar la verdad para el adolescente


Se ha repetido hasta la saciedad que el primer y más importante evangelio que los jóvenes leen y consideran como válido es nuestra propia vida personal como educadores. Nuestra vida es el primer y, tristemente el único, evangelio que nuestros adolescentes leen. Nuestra pobre vida espiritual, la inconsistencia de nuestra experiencia cristiana, hace que para muchos nuestra vida sea suficiente excusa para rechazar una lectura más profunda de la Palabra de Dios.


Ya se ha repetido ampliamente que los jóvenes no procesan la verdad intelectualmente sino de forma vivencial. El mentor, el acompañante espiritual vive y encarna el mensaje para el joven. Nuestra vida es nuestro mensaje. El mentor no debe tener miedo de decir al joven que sea un imitador de él, porque a su vez, él está imitando a Cristo. En contra de esa falsa humildad de que la gente no debe poner los ojos en nosotros sino en Cristo. La Palabra nos reta a ser dignos de imitar. No perfectos, pero coherentes. No perfectos, pero caminando hacia la perfección. De nada sirve pretender que los jóvenes no fijen sus ojos en nosotros, lo hacen y, por tanto, debemos vivir vidas dignas para ellos. Nuestra enseñanza es nuestra vida.


Jesús vino y plantó su tienda entre nosotros nos dice Juan 1:14. Él es el verbo, la palabra, la verdad encarnada, hecha carne entre nosotros, hecha accesible para nosotros. Juan afirma que nadie jamás ha visto a Dios, sin embargo, el Hijo nos lo ha dado a conocer (1:18)


El mentor actúa del mismo modo para el adolescente. El mentor vive y acompaña al joven en su viaje, en su peregrinaje espiritual. El mentor está al lado y puede, por tanto, señalar al joven cómo Dios está actuando en medio de su mundo y quiere y puede actuar en su propia vida personal.


El mentor es responsable de ayudar al adolescente a percibir al Señor en medio de todo el ruido, tensión y contaminación espiritual que le pueden impedir ver a un Dios de amor actuando y obrando a su alrededor.


El mentor con su vida ilustra lo que Dios puede hacer en el proyecto vital de una persona. Recordemos que el adolescente necesita ver la verdad para reconocerla. Cuando el adolescente pueda ver, a través de nuestra propia experiencia vital, que Dios trabaja en la vida de personas como él, de carne y hueso, entonces podrá reconocer la verdad y con la ayuda y el trabajo del Espíritu Santo aceptarla.


Este último punto está muy relacionado con la experiencia narrada por Marcos en el capítulo 5 de su evangelio. Jesús cura a un endemoniado en Gadara, éste le pide acompañarle en su ministerio. Jesús, en 5:19 le indica que vuelva con los suyos y sea un testimonio de lo que Dios ha hecho en su vida. El mentor ilustra lo que Dios puede hacer en la vida de una persona. El mentor ilustra que Dios sigue actuando en personas auténticas. El acompañante espiritual no explica ni más, ni menos que aquello que Jesús está haciendo. El mentor no debe exagerar, debe ser coherente y consistente para ser convincente.


Un mentor narra su propia historia única y personal de lo que Dios está haciendo con Él. El acompañante espiritual es consciente, él mismo, de estar en un viaje vital y, por tanto, puede explicar que Dios sigue pacientemente trabajando en Él. Dios guarda su propia honra. Un acompañante espiritual no precisa inventar la intervención del Señor, tan sólo ser fiel a lo que Dios hace.

Cuando un mentor narra su historia el adolescente puede sentirse identificado. Puede pensar que si Dios trabaja en personas como el mentor también puede hacerlo en la suya. Cuando el mentor explica su experiencia, sus luchas, cargas, victorias y derrotas, el adolescente puede sentirse identificado y generar esperanza de que Dios también puede obrar en sus circunstancias.


2. Proveer un marco de referencia para el joven


En el proceso de la formación de la identidad espiritual los marcos de referencia tienen un papel vital e importantísimo. Estos marcos actúan como puntos de orientación que sirven para que por medio del contraste, la comparación, la imitación y, en ocasiones, la oposición, el adolescente pueda ir modelando su nueva y emergente personalidad e identidad.


En un momento en que las familias pierden una parte de su influencia con el adolescente, el mentor actúa como un modelo que ayuda a los muchachos y muchachas a responder a esas preguntas claves de la adolescencia ¿Cómo debo ser? ¿Qué tipo de persona he de desarrollar? El adolescente en búsqueda de una identidad espiritual buscar a su alrededor tratando de encontrar señales y personas que le permitan tener una idea acerca de cómo formarse esa identidad.


3. Provee una estructura de credibilidad


Ya hemos mencionado de forma extensa este punto. El mentor, viviendo y encarnando la verdad en su propia vida y experiencia vital hace creíble el evangelio a los ojos de los adolescentes que están bajo su responsabilidad.


Por medio de su amor y aceptación incondicional del adolescente, mostrándole su gracia en cualquier situación y circunstancia, hace creíble para estos el amor, la aceptación y la gracia de Dios.


No olvidemos que las estructuras de credibilidad son básicas para poder reconocer la verdad y, por tanto, aceptarla.


4. Provee relaciones redentivas


El mentor, como indicamos en el punto anterior, hace creíble la gracia, el amor y la aceptación incondicional de Dios hacia el adolescente. Pero además, al vivirlo en sus relaciones con los adolescentes les permite a estos experimentar unas relaciones de redención. Hay muchos jóvenes que no pueden entender y, por tanto, aceptar la gracia de Dios porque nunca la han experimentado.


En sus casas e iglesias son tratados con juicio y condena. Al suceder esto, la gracia es simplemente teoría, discurso, pero no una verdad viva para ellos. Sin embargo, cuando un mentor les trata con gracia pueden entenderla. Este tipo de relaciones redentoras hacen mucho más por acercar a los jóvenes a Dios que muchos sermones y estudios bíblicos juntos.


Los jóvenes pueden experimentar con el mentor ese tipo de relaciones que Jesús estableció con los publicanos y pecadores y que precisamente eran las que atraían este tipo de personas hacia el Señor.


El mentor ayuda al adolescente a experimentar las ricas verdades contenidas en las tres parábolas de Lucas 15 (la oveja perdida, el padre que acepta y perdona y la moneda perdida).


Es, sin embargo, nuestra responsabilidad el osada y valientemente buscar una renovación de nuestro trabajo con la juventud aplicando los principios eternos de la Palabra a las nuevas situaciones y no protegiéndonos detrás de la rutina y la inercia de las cosas que siempre hemos hechos.


Toda época de transición es difícil. La tentación es buscar la seguridad de los territorios bien conocidos, aunque estos hayan probado no funcionar, en vez de lanzarnos confiadamente en un viaje de fe y confianza en el Señor con la certeza, de que a su tiempo, Él nos dará las claves para ganar esta generación para Él.


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