28 de mayo de 2010

SALVACIÓN INTEGRAL Y POSTMODERNIDAD. III LA ALTERNATIVA



Al ser consideradas la verdad y el comportamiento como meras construcciones culturales, la construcción cristiana –el mensaje del evangelio- es única y simplemente una construcción más entre las muchas existentes y, como hemos mencionado en varias ocasiones, sólo obliga y sólo es válida para aquellos que libremente han optado por ella.

Nos hemos quedado pues sin el terreno cultural común en el que poder dialogar con el no cristiano, y al carecer del mismo no podemos construir nuestra evangelización sobre premisas que sean válidas para ambos, nuestro interlocutor no cristiano y nosotros mismos. Dicho de otro modo, carecemos de un lenguaje común que nos permite el diálogo, emitimos en una frecuencia de onda diferente de la que nuestros receptores pueden procesar. ¿Qué podemos hacer? Podemos seguir insistiendo en el viejo paradigma de proceder e ignorar esta realidad o podemos entenderla y aprovecharla.

Nuestra propuesta es que comencemos con la experiencia. No estamos afirmando que no sea necesario conocer y dominar la apologética tradicional. Puede llegar el momento en que esta sea útil, ya que una de las características del hombre postmoderno en general y el joven en particular es que, en mayor o menor medida, su pensamiento es bastante ecléctico y aunque rechace el racionalismo de la modernidad, todavía quedan secuelas en su estructura de pensamiento que son una herencia, a menudo inconsciente, de la misma.

Recordemos la afirmación postmoderna, siento luego existo. Recordemos el valor central que se da a la experiencia y como afirman los mismos postmodernos, no puede ser falso algo que siento y experimento.

Ya hemos visto que comenzar con la verdad absoluta nos exige un tremendo esfuerzo intelectual y emocional, la mayoría de las veces, con escaso éxito, para intentar convencer a nuestro interlocutor de su error y/o su pecado.

Comenzar con la experiencia nos permite encontrar ese terreno común sin el cual la predicación del evangelio se hace muy difícil, por no decir imposible. Comenzar desde la experiencia nos ahorra el tener que invertir enormes cantidades de tiempo en defender el concepto de verdad y pecado, tareas que, como hemos visto, son de dudoso éxito en una sociedad relativista.

Comenzar con la experiencia también nos permite un diálogo más fructífero con las personas no cristianas ya que podemos comunicarnos, no únicamente en el nivel conceptual, sino también en el nivel de la vivencia. La experiencia común nos acerca a otros seres humanos.

Comenzar con la experiencia nos hace más humildes ya que nosotros participamos de la misma como cualquier otro ser humano y nos protege de la arrogancia intelectual y moral que proyectamos sobre los demás por sabernos o, al menos creernos, poseedores de la verdad absoluta.

En el documento, una perspectiva bíblica de la salvación, hablábamos de las cuatro rupturas que todo ser humano experimenta como consecuencia de su pecado, es decir, de su rebelión contra la autoridad de Dios.

Todo ser humano experimenta estas cuatro rupturas. Si realmente se trata de una experiencia universal, entonces podemos comenzar con ella, podemos explicar el origen de las mismas y la posible solución.

Así pues, me encuentro con la persona no cristiana en una situación que nos resulta común a ambos, la experiencia. Ambos, la persona y nosotros, experimentamos esas cuatro grandes fracturas producidas por el pecado y podemos con claridad identificarlas en nuestra propia experiencia vital como seres humanos.

No vamos a encontrar ningún problema para que un interlocutor no creyente acepte la realidad de la fractura interna. Todos hemos experimentado, estamos o experimentando o experimentaremos con total certeza, los estados internos autodestructivos que describimos con detalle en el documento, una perspectiva bíblica de la salvación.

la fractura en las relaciones interpersonales es común a todos los seres humanos. Es imposible que hables con una persona que no tenga en su vida relaciones rotas, muchas de ellas productoras de gran dolor y sufrimiento. Basta con pedirle a tu posible interlocutor que mire a su alrededor para que compruebe y verifique lo que unos seres humanos somos capaces de hacerle a otros seres humanos.

Existe una creciente sensibilidad hacia la realidad del ser humano y su acción destructiva, abusiva y depredadora de la naturaleza. Sin la más absoluta duda, esto forma parte de la experiencia de cualquier ser humano y será muy fácil para nuestro interlocutor el poder identificarse con la misma.

Es posible que se niegue la realidad de la fractura con Dios. Sin embargo, no tenemos que insistir en defenderla, simplemente explicarla como explicamos el resto de las fracturas y la dejamos a la consideración de la persona.

Hemos construido pues un terreno común para poder explicar nuestra fe. La evangelización consiste en proveer una explicación para la experiencia vital de los seres humanos –es decir, por qué experimentan lo que experimentan- y una solución o alternativa a esta experiencia –es decir, como podemos restaurar estas fracturas- La fe cristiana se presenta como una respuesta a esta realidad que el ser humano vive y que hasta ahora no ha podido resolver.

La experiencia –las cuatro fracturas- es el eje central. Nos permite explicar el concepto de pecado –no como conducta, sino como actitud vital de rebelión contra Dios- y nos permite explicar la solución por medio de la conversión, entendida esta no como la unión a un grupo religioso, sino como la vuelta hacia Dios en reconocimiento de su autoridad y soberanía.

Uno de los grandes retos que plantea la misión en el mundo postmoderno es responder a la pregunta ¿Cuál es la buena noticia del evangelio para el hombre postmoderno? En el pasado, la buena noticia era el perdón para el pecado. Pero hoy en día, ese mensaje no suena ni bueno, ni nuevo. Debido a lo que ya hemos explicado el relativismo ha hecho desaparecer el concepto y la noción del culpa, consecuentemente, el perdón no es buena noticia porque no hay nada de lo que necesite ser perdonado.

Ahora bien, si partimos de la experiencia del hombre postmoderno, su ruptura interior, interpersonal, con la naturaleza y con Dios, entonces el evangelio es una noticia nueva y buena, es la noticia que existe restauración para una generación rota.


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