6 de mayo de 2010

Una Perspectiva Bíblica De La Salvación III. El Sentido Y Propósito Del Mandamiento



El mandamiento es claro y directo de parte de Dios. En una cosmogonía no hemos de centrarnos en los detalles periféricos de las narraciones, sino en las ideas centrales. El árbol no es lo más importante en este pasaje, sino el mandamiento dado por Dios de no comer, las consecuencias de hacerlo y el posible significado de todo ello.

Dios podría haber verbalizado su mandamiento de cualquier otra forma. Puedes tirar, por ejemplo, todas las piedras que desees al río, a excepción de las piedras con manchas rojas. El hecho central seguiría siendo el mismo, la necesidad de obedecer a Dios.

No hay libertad sin la posibilidad de elegir. Si no tenemos opciones no podemos ser libres. La capacidad de tomar decisiones, de optar por una cosa en vez de optar por otra, es intrínseca con el hecho de ser libre.

A diferencia de los animales, el ser humano tiene la capacidad de tomar decisiones morales libres. Conociendo lo correcto y lo incorrecto puede optar por cualquiera de las dos posibilidades.

Dios podía habernos creado como seres programados para siempre tomar las decisiones morales correctas sin ningún proceso de libertad implícito en ello. Hubiéramos respondido al bien porque no teníamos la posibilidad de responder de ninguna otra manera. Nuestra vida habría sido diseñada de tal manera que ante un determinado estímulo, solamente pudiera haber una determinada respuesta.

Sin duda, esto hubiera podido evitarnos muchos problemas. Anular la capacidad para tomar decisiones morales incorrectas tal vez hubiera facilitado nuestra vida, sin embargo, nos hubiera convertido en auténticos autómatas morales.

Dios nos creó para tener una relación de amor con Él. Para que esta relación pudiera ser genuina y significativa debía de ser una relación deseada y libremente escogida por nosotros.

El Creador no deseaba seres que de forma instintiva y mecánica respondieran a su oferta de amor, aquello hubiera carecido de todo significado, antes al contrario, deseaba seres que libre y opcionalmente pudieran responder a esta oferta y amarle. Esto exigía forzosamente la creación de seres con la capacidad de escoger y, naturalmente, con la posibilidad de rechazar a Dios y su oferta de amor, con la posibilidad de decirle “no” al Señor.

Dios deseaba una relación basada en el amor, no en la fuerza, en la libertad, no en la obligación. Un hombre puede, aprovechando su fuerza, poseer el cuerpo de una mujer. Puede forzarla a tener relaciones sexuales con él. Sin embargo, nunca podrá obligarla a entregarle su amor. Podrá poseer su cuerpo, pero nunca su corazón, ya que este último debe de ser entregado por la persona libre y voluntariamente. Nunca ese hombre y esa mujer podrán tener una relación significativa si esta, está basada en la fuerza, la imposición y la dominación. Una relación significativa, forzosamente implica libertad y asentimiento voluntario de ambas partes.

Libertad y responsabilidad son dos caras de la misma moneda. La libertad implica la capacidad de escoger. Escoger implica responsabilidad por nuestras opciones y las consecuencias que de las mismas pudieran derivarse. En la sociedad contemporánea se habla hasta la saciedad de los derechos del individuo, lo cual, naturalmente, es uno de los grandes logros de la democracia actual, sin embargo, hay mucha más resistencia a la aceptación de las responsabilidades y obligaciones que se derivan de la ciudadanía.

De hecho, a muchas personas les encantaría ser libres y que alguien, naturalmente diferente de ellos mismos, se hiciera cargo de las no deseadas consecuencias del ejercicio de su libertad. Una persona, ejerciendo su capacidad de elegir, decide conducir su vehículo bajo los efectos de la embriaguez. Al así hacerlo, pierde el control de su automóvil y en un choque frontal causa la muerte de varias personas y él mismo resulta gravemente herido, hasta tal punto que sufrirá tetraplejia el resto de sus días. Podemos tomar las decisiones que deseemos, somos libres, sin embargo, estás exigirán responsabilidades, nos pasarán la factura correspondiente.

El mandamiento de Dios lleva implícito en su enunciado las consecuencias del mismo, morirás. Hay dos propósitos en este mandamiento. En primer lugar, un deseo de proteger al ser humano de las consecuencias de quebrantarlo. Puedes hacerlo, tienes la capacidad y la libertad moral para llevarlo a cabo, sin embargo, necesitas ser consciente de las consecuencias que de ello se pueden derivar y, antes de tomar una decisión, poder sopesar los pros y contras de la misma. Dios, al hacerle saber al ser humano el resultado de desobedecer, está intentando protegerle de las indeseadas consecuencias que una decisión libre, pero equivocada podría acarrearle.

En segundo lugar, como ya anteriormente fue mencionado, libertad implica responsabilidad. Dios enunció la responsabilidad que el ser humano tendría que afrontar por quebrantar el orden moral establecido por Dios en el universo. La muerte es una consecuencia indeseada de la una mala elección, pero es también el justo castigo por quebrantar la ley moral que rige el universo de Dios.

Tal vez la ilustración del conductor bebido pueda ayudar a entender ambos conceptos. Al libremente decidir conducir bajo los efectos del alcohol, nuestro protagonista se causó a sí mismo lesiones irreversibles que le dejarán postrado toda su vida en una silla de ruedas. Está experimentando las consecuencias indeseadas de su ejercicio de la libertad.

Pero también ha desobedecido la legislación del país. Ha quebrantado la ley y, al hacerlo, ha causado perjuicios a otras personas que han perdido la vida. El ordenamiento legal exige que esa persona sea castigada por su delito y pague la pena que corresponda.

Alguien podría decir que bastante pago es tener que estar toda una vida tendido en una cama o silla de ruedas sin la posibilidad de volver a andar. Esto, sin embargo, es la consecuencia de su decisión equivocada e irresponsable pero libremente tomada. La pérdida de sus bienes para pagar a las víctimas e incluso un tiempo de prisión sería su responsabilidad legal por haber quebrantado la ley.

Lo primero es lo que se ha buscado, lo segundo es lo que merece en justicia por su conducta.

Del mismo modo, el mandamiento de Génesis nos advertía de lo que podría acontecernos y lo que en justicia nos mereceríamos si lo quebrantábamos.




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