Como consecuencia de su acto de rebelión contra Dios el ser humano experimenta culpa, miedo y vergüenza. Todos ellos son sentimientos que previamente eran totalmente desconocidos en la experiencia humana. Son consecuencias indeseadas del pecado y son, por su propia naturaleza, sentimientos autodestructivos que fracturan a todo ser humano.
Culpa, miedo y vergüenza son claramente identificables en este pasaje. Sin embargo, no hemos de hacer una lectura restrictiva del mismo. Como en otras partes de la Escritura, se trata de una descripción indicativa, en ningún caso exhaustiva. Dicho de otro modo, los antes indicados, son exclusivamente algunos de los signos de esta fractura interior, no son la totalidad.
A los anteriores habría que añadir, la amargura, el resentimiento, la rabia, el odio, los celos, la envidia, la ansiedad, la depresión, la soledad, la ira, el desasosiego, el desconsuelo, la desesperación, la angustia y toda esa gama de estados emocionales que nos fracturan día a día. Simplemente yendo al capítulo cuatro del mismo libro de Génesis vemos la aparición de la envida, los celos y la amargura y las terribles consecuencias que producen.
Del mismo modo que todos nosotros experimentamos la fractura en nuestra relación con Dios, también experimentamos la fractura interna en nuestra propia experiencia como seres humanos.
Si vuelves a la lista de emociones autodestructivas mencionadas hace tan sólo unos párrafos podrás comprobar hasta que punto han sido, son y, sin duda, serán en un momento u otro reales en tu experiencia como ser humano.
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