El pecado produce una fractura en la relación que el ser humano sostenía con la naturaleza. La mayordomía, el cuidado, es sustituido por la depredación. Animales han de morir a fin de que, con sus pieles, la desnudez de Adán y Eva pueda ser cubierta.
El texto de Génesis nos indica que la tierra es maldecida a causa de la desobediencia del ser humano. Deja de convertirse en un entorno favorable a las personas y estas han de trabajar con dureza para poder recibir aquello que hasta el momento tenían como una bendición de Dios.
La Escritura nos indica como el pecado del ser humano ha producido un impacto en toda la creación. Pablo escribe:
El universo espera con gran impaciencia el momento en que los hijos de Dios sean dados a conocer. Porque el universo perdió toda su razón de ser, no por propia voluntad, sino porque Dios así lo dispuso; pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberado de la esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que hasta ahora el universo se queja y sufre como una mujer con dolores de parto. (Romanos 8:19-22)
Estos días, una buena parte de la humanidad está tomando una mayor conciencia del tremendo daño que estamos causando a la creación de Dios. Existe una creciente preocupación por la destrucción del entorno, el calentamiento global, la desaparición cada vez mayor y más rápida de las especies animales y vegetales. Se habla de hacer sostenible nuestra relación con la naturaleza y cómo el camino que llevamos puede conducirnos a una situación de irreversibilidad en todo lo anteriormente indicado.
El administrador convertido en depredador es otra de las indeseadas consecuencias que el pecado ha traído a nuestras vidas.
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