El versículo 8 del capítulo 3 de Génesis nos indica que cuando Adán y Eva fueron conscientes de que Dios se paseaba por el jardín, su respuesta fue esconderse entre los árboles.
La fractura en la relación del ser humano con Dios se ha producido y aquel ya no puede estar con libertad, transparencia e inocencia ante su Creador. Ha desobedecido, ha quebrantado su ley moral, ha decidido declararse independiente y, por tanto, se siente culpable por todo ello y necesita esconderse, ya que la súbita presencia de Dios le recuerda su culpabilidad y la acentúa. Adán y Eva se esconden debido a su sentido de culpa, pensando que huyendo pueden evitar la confrontación.
Cuando Dios les pide una explicación por su actitud, ellos aducen su desnudez. Es interesante su excusa, pero tiene todo el sentido. Algunas comentaristas no cristianos han argumentado que la desnudez tiene relación con la supuesta aversión del cristianismo hacia todo lo relacionado con la sexualidad. No era el miedo a ver sus órganos genitales expuestos lo que les llevó a esconderse, antes bien era su total transparencia delante del Señor.
Hasta entonces habían estado desnudos en la presencia de Dios, sin embargo, esto no había significado mayor problema para ellos ya que no tenían nada que ocultar. Podían ser genuinos y transparentes ante el Señor. Ahora, no obstante, si que hay algo que ocultar. La transparencia ya no es posible, han desobedecido y saben que su posición ante el Creador está en falso, no pueden ser transparentes, Dios ve en el interior y sabrá de su rebelión.
El hombre sigue escondiéndose de Dios debido a su culpabilidad. Juan en su evangelio lo indica con total claridad,
Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz, para que se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios. (Juan 3: 19-21)
La culpa y la falta de transparencia presiden las relaciones entre el ser humano y su Dios. Como consecuencia, aquel se oculta de su presencia y sigue utilizando todo tipo de hojas de higuera para cubrir su desnudez en un necio intento de ocultar sus faltas de la presencia escrutadora del Creador.
Como seguidores de Jesús también experimentamos la ruptura en nuestra relación con Dios. Cuando hemos pecado consciente y voluntariamente nos cuesta acercarnos a Dios y enfrentarnos con Él. Nos sentimos culpables y esa misma culpa nos aleja de Él hasta el momento en que decidimos arrepentirnos y pedir perdón. Cada vez que pecamos, de alguna manera, revivimos la experiencia de Edén y sentimos la necesidad de escapar de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario